lunes, 4 de julio de 2011

Bajo un cielo estrellado

En la arboleda podía escucharse el susurro del viento meciendose entre los viejos robles, un eterno canto a la radiante pureza de la naturaleza imperecedera e inmortal, susurro del viento eterno que tan solo se escucha en lugares aún no afectados por la civilización, en lugares donde los vientos de la magia aún vuelan caóticos y cambiantes bailando una danza eterna de colores sonidos y formas estrambóticas e originales.

El caballero quedo asombrado por la belleza de los lindes de la tierra donde residía su señora eterna, no se le ocurrió mejor lugar donde vivir y asentarse, siguió marchando torpe, a tropiezos y trompicones causados por su pesada armadura desvencijada, eterno peso que a cuestas llevaba, pero que sin embargo, le era cada vez más liviana, convirtiéndose poco a poco en parte de su piel.

Siguió caminando poco a poco con cuidado de dañar lo mínimo posible los dominios de su señora a la cual rindió vasallaje de forma voluntaria en tiempos pasados aún cognoscibles por su memoria, comenzó a ver una liviana luz colándose entre la espesa arboleda, continuo en dirección a la luz.

Y así el caballero llego a una colina donde la luz de mil estrellas y constelaciones iluminaron radiantemente al caballero, este quedo maravillado ante la inmortal morada de su señora, pues ante el se extendía un paraje que solo podía haberse comparado al de las antiguas leyendas, flores y plantas de diversas formas y colores eran terreno de juego para los animales que encontraban allí su terra santa, impasibles ante la visión del caballero intruso en sus juegos, todo ello rodeaba un gran árbol que extendía su tronco hacía el cielo y sus ramas hacia la arboleda, lindero y protector de aquel sacrosanto lugar.

El caballero aún asombrado ante tal visión vio como del árbol descendió un figura, figura que tan solo vio en ensoñaciones que se convirtieron en manantiales de paz en su turbulenta vida. Ella se acerco al caballero, y ante sus andares los animales cercanos se apartaban de forma tranquila, cuando ella quedo justo enfrente del caballero, este arrodillo una pierna en el suelo e inclino su cabeza a modo de pleitesía.

-No soy merecedor de tal honor mi señora-

Ella rió ante tal gesto, con una risa aguda que hizo sonreír al caballero, una risa que para sus oídos era el canto de los mismísimos ángeles, custodios de las puertas del cielo.

-Levantad la cabeza oh noble caballero, habéis acudido presto a mi llamada, atravesando las tierras de los hombres, y estoy agradecida por ello-

El caballero levanto la cabeza y no pudo evitar sonrojarse ante la belleza de su señora, los rasgos gráciles de su cara, sus labios proporcionados y su mirada, una mirada que podría ponerse a la altura de las estrellas y dar luz y guía a todos los seres vivientes de este nuestro mundo.

Ante el sonrojo, la grácil dama sonrió y agarró la enfundada mano del caballero para levantarlo.

-Mi dama creo saber porque hoy me habéis convocado a vuestro lado-

-¿A si? Decidme porque pues, adivino caballero- dijo con su característica sonrisa.

El caballero alzo su guantelete hacia el cielo, y termino apuntillando.

-Las estrellas marcan el cambio, comienza una nueva era, al menos eso creo oír de ellas-

-Caballero tienes buen oído, hoy es día de cambio, los tiempos cambian, ya están mudando, el plateado manto que cubre esta noche es el genial epígono de esta moribunda era, y así ha sido desde que yo fuera engendrada en este mismo suelo que ahora pisan tus metálicas y desgastadas botas-

El caballero quedo petrificado ante tales palabras, estúpido de el no haber conocido este detalle hace tiempo y no haber podido preparar un regalo acorde a la magnificencia de aquella a quién servía. Una idea surgió en su cabeza y comenzó a rebuscar en su petate, lo cual volvió a provocar la risa de la damisela que como si capaz fuera de leer la mente dijo así:

-No necesito regalo alguno, he requerido vuestra presencia y vuestra atención es el regalo que necesito-

-Siento acusaros mi señora, pero mentís, sabéis que soy yo quien más desea nuestros encuentros, pues son como poderosos bálsamos para mis cicatrices, os lo mostrare-.

Tras ello el caballero comenzó a desabrochar las piezas de la armadura, tirando las piezas al suelo tras no poco esfuerzo, pues estas trataban de permanecer en sitio, así el caballero quedo tan solo cubierto por unos burdos calzones que cubrían sus partes pudendas.

Lo que podía verse en el torso del caballero eran cicatrices, pero estas, que antes eran sangrantes y oscuras, habían tomado el color de la piel, un tono pálido, que brillaba a la luz de las estrellas.

-Ved pues lo que me habéis curado, las heridas traicioneras por fin han cerrado y mi alma se encuentra en paz y en calma cuando me encuentro a vuestro lado. Por ello os prometo un regalo, que nunca estará a vuestra altura, os prometo luchar siempre a vuestro lado, como antes ya os jure, mi espada es vuestra, y a vuestra palabra sirve-.

Y así ambos yacieron uno al costado del otro en la hierba, observando el flujo brillante del firmamento, de forma sosegada y tranquila, un mar de calma entre los cientos de batallas de la vida que cada uno lucho, lucha y luchara.


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Dedicado a mí gran amíga Faty, espero que acepte este pedazo de prosa mediocre y que almenos logre disfrutarla.

Canciones que inspiraron este pequeño relato:

Joe Satriani-Why

Kamelot-The Haunting

Omnia-Fairy Tale

Omnia-Morrigan


1 comentario:

  1. ... Sin palabras. Precioso regalo de cumpleaños, muchísimas gracias... *-* ¡Ay quien viviera en esos parajes!

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