miércoles, 8 de diciembre de 2010

El caminante del frio desierto

Derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha. . .

El individuo caminaba entre las dunas, vagabundo de un basto mar, el viento formaba olas entre estas, la arena fría golpeaba al hombre en el torso, arena fría como la noche discernible en un cielo iluminado por un millón y una estrellas. Sin guía ni ayuda seguía caminando.

Derecha, izquierda, derecha,izquierda.

Caí, caí de nuevo, la arena se cuela de nuevo entre las cicatrices, me voltee para mirar a las estrellas, intente alce la mano, pero no las podía alcanzar. . . ¿Cuándo alcanzare la estrellas?. Entonces la voz volvió para susurrar me de nuevo, para atormentarme en aquella fría noche entre la arena de hielo.

-Nunca las alcanzaras-.

Entonces las estrellas se movieron, una a una formaron la silueta de una hermosa mujer, un rostro pulcro, de facciones esbeltas y finas, con el pelo largo y suelto que parecía moverse al viento.

Como siempre me quede embobado mirándola, intente alzarme, hacia el cielo, hacia las estrellas de bella forma colocadas, pero, las piernas me fallaron y volví a caer, ¡Zorras!, les grite con poca suerte mientras saboreaba la helada arena, volví a voltear me solo para verla sonriendo.

-Oh pobre, ¿Cuándo comprenderas que las estrellas no son para ti?, mirate, ¿acaso las cicatrices marcadas en este camino no te han enseñado nada?-

-No- dije tan seco como la arena en la que tumbado me hallaba

-Oh por favor, miradlo, ahí posa gallardo, puedes decir lo que desees, pero solo yo, se lo que se oculta bajo esa armadura que tu mismo insistes en cargar, yo ¡conozco! el corazón que se oculta bajo esa fría negación-.

La voz era como el dulce sonido de la suave llovizna en los caminos, el susurro del viento, el mar tranquilo y en calma, el canto de la sirena, la voz de un ángel

La imagen se hizo cada vez más nítida, los cuerpos celestes se conglomeraban mientras adquirían colores, una tras otra, casi a pinceladas, sobre las estrellas se comenzó a pintar, un rostro pálido pero humano, sonrosado, de ojos formados del azul del mar, y los cabellos azabaches y tan brillantes como las estrellas que los componían.

-¿Por qué?. . .¿Por qué no puedo estar contigo? Sabes. . . te deseo, deseo acariciar tu cara blanca y perfecta, deseo pasar la mano por tus brillantes y seguro sedosos cabellos azabaches, deseo besar tus labios.-

Ella apenas cambio su expresión, tan solo lo suficiente como para notar, compasión, se compadecía.

-No es este tu destino. . .no es tu destino salir victorioso, pues no es esta una historia épica, ni tu eres el gran héroe que se alzara victorioso hacia mi cielo estrellado, así pues, vuelvete por donde viniste parodia heroica, vuelve y no vuelvas a buscarme, pues no me encontraras.-

-Me niego, si no llego hasta ti prefiero la muerte.-

-Así sea, te previne y tu no me hiciste caso, te di la oportunidad de salvarte y no la tomaste, muere pues, en el más inmenso de los inviernos y en la más fría de las noches.-

Y tras estas palabras la figura se desvaneció, las estrellas y cuerpos celestes volvieron con una bella y precisa danza a sus sitios, y la fría arena se transformo en hielo, quedaron del frió las dunas congeladas y quietas al fin las mismas que antes se mecían y movían, la arena se convirtió en esquirlas de hielo que volvieron a abrir las viejas cicatrices, cayó la sangre en el hielo, formando gotas de color carmesí.

Intente levantarme pero no podía, cerré los ojos un instante, un instante eterno. . .

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